(Escribe el Prof. Fernando Alonso). La invitación a escribir una columna en Quinto elemento vino junto a la sugerencia de ciertas temáticas -donde creo se me deposita alguna dosis de confianza- y entre esas temáticas estaban la de las cuestiones culturales. Bien, por ahí comienzo y al ser este el primer artículo, entre otros que seguramente vendrán, me tomé la licencia de arrancar desde lo más general. Como todo inicio creo que importa decirnos en voz alta dónde estamos, sobre todo en relación al camino por el cual venimos transitando en los últimos 20 o 30 años en cuanto a políticas culturales. El tiempo y nuevas letras nos permitirán ir focalizando en temáticas puntuales. Por lo pronto, muchas gracias a los principales de este portal por la invitación y Bienvenido este medio que abre espacio a la información, así como a expresar opiniones, a la reflexión, que es parte del construirnos como colectivo. Salud, mucha salud a esta empresa que amanece con un nuevo año!!
Pregunto:
¿Qué acciones recuerda Ud. en el campo de las políticas culturales gubernamentales a nivel nacional, antes de marzo de 2005? Haga memoria, ¿cuáles eran aquellos proyectos, eventos, políticas que en materia cultural ofrecían los gobiernos anteriores al 2005 a lo largo y ancho del país?
Si me dejan participar del juego de las preguntas, respondería dos acciones concretas: el programa “Cultura en obra”, que consistía en la circulación de espectáculos artísticos escénicos, música, teatro, danza; el otro, los talleres de formación que brindaba el Ministerio de Cultura en Teatro, Artes Visuales, Creación Literaria. Como en general las políticas nacionales y mas las de cultura, su resultado tenía una fuerte dependencia del aliado local, las intendencias departamentales. Del primer programa recuerdo excelentes espectáculos llegando al Larrañaga fundamentalmente en la década del 90, pero lamentablemente recuerdo los 20 espectadores que se repetían espectáculo tras espectáculo, no mas de eso. Las gestiones municipales encargadas de la difusión eran el déficit principal y como resultado las salas estaban siempre vacías. El segundo programa de formación artística tuvo mas resonancia o impacto, con pronunciados desniveles, talleres que funcionaban con una tónica explosiva y otros que no llegaban a seducir ni a una media decena de alumnos. La producción, igualmente irregular.
Entrado el nuevo siglo “Cultura en obra” desapareció y los talleres comenzaron a decaer, se sustituyeron docentes que viajaban desde la capital por docentes radicados. Es que el proceso en decadencia se venía manifestando en un recorrido mas amplio, mas si lo comparamos al período de Adela Reta al frente del MEC, lo que fue el Instituto Nacional del Libro o los talleres artísticos a cargo de verdaderos talantes nacionales –basta recordar solamente el dictado en Salto por Héctor Manuel Vidal-. Todos desplumados decorosamente en la década del 90, vale recordarlo precisamente hoy que algunos actores políticos hablan de década perdida.
¿Y Ud. ha logrado recordar un poco más?
Ahora haga una breve pausa en la lectura y pruebe repasar los programas instaurados en estos últimos 10 años en materia de política cultural nacional (pausa). Seguido a lo cual le propongo un segundo desafío a su imaginación: ¿se imagina el Uruguay sin los avances logrados en la última década en materia de políticas culturales públicas nacionales?, ¿sin el Fondo Concursable de la Cultura, sin Centros MEC, sin Museos en la Noche, sin Fondo de Infraestructuras, sin ley de “Mecenazgo” y el Fondo de Incentivo, sin ley y un Instituto Nacional de Cine, sin el complejo del SODRE, sin un Plan Nacional de Lectura, sin Usinas y Fábricas de Cultura, sin la circulación de artistas nacionales y regionales y los propios elencos estatales, sin la expansión de las políticas de Patrimonio, etc.?
O incluso si ampliamos el repaso de acciones a otros organismos por fuera del MEC, en concreto subrayaría dos: ¿se imagina el Uruguay sin la diversificación formativa en danza del SODRE o la nueva carrera en Profesorado de Danza en el IPA, o se lo imagina sin el convenio entre la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD) de la Intendencia de Montevideo y la UDELAR, lo que significaría seguir sin una propuesta nacional de formación en artes escénicas?
Confieso que en lo que me es personal, es difícil imaginar ese escenario. Mas allá de programas o proyectos con sus fortalezas y debilidades, sus aspectos positivos y negativos, las polémicas, en general han prendido en su aceptación, han generado nuevas oportunidades a los artistas y a los ciudadanos. Y con total propiedad creo que podemos hablar de un antes y un después. Se podrá discrepar, de lo hecho cuánto y cómo se ha hecho, pero sería absurdo negarlo e incluso minimizarlo. Sencillamente asistimos en estos últimos 10 años a una revolución en las políticas culturales.
El listado de los avances es bastante arbitrario y mete en la licuadora programas, políticas, legislación, nueva institucionalidad, pero la intención es un simple repaso de titulares que ha tenido mayor renombre, ya que futuras columnas nos pueden convocar a ordenarlas, revisarlas. Y simplista sería señalar que la sola creación de un programa es en si mismo este un logro, si bien no todos se habrán desarrollado con igual éxito, debemos también reconocer el esfuerzo en su ejecución. Recordemos por ejemplo que con el Fondo de Incentivo Cultural (FI o ley de Mecenazgo), costó en generar confianza en el sector empresarial y actualmente el espacio fiscal que otorga en Ministerio de Economía no ha dejado de crecer y directamente proporcional se achica el tiempo en que dicha franja se agota ante la gran demanda que la herramienta convoca a los inversores. O recordemos que el Fondo Concursable inicialmente no contaba con los fondos regionales que aparecieron luego de detectada su necesidad. Que el Fondo de Infraestructura para el Interior comenzó siendo solo para salas teatrales y luego se amplió a espacios culturales en general (salas, museos, bibliotecas, centros culturales, etc.).
Esta revolución no pasa por considerar si hay más arte o más artistas, sobre todo en términos cualitativos. Si podemos decir que se ha incrementado el “consumo” y en sentido democratizador, hay indicadores que así lo demuestran. Hay más arte circulando por distintos puntos del país, así como se ha diversificado y ampliado el espectro cultural.
Otros datos quedarán pendientes por un tiempo. Es muy temprano para averiguar cuánto ha impactado el crecimiento de consumo en nuevas sensibilidades, en el incremento de una masa crítica. Es un casi imposible saber cuánto de arte se viene generando en esta última década pero –para acumular o romper- para quedarse, cuántos creadores han emergido, más allá de publicaciones, discos, películas, exposiciones, eventos, etc., Sobre todo en una década donde hemos perdido una nómina de grandes artistas, Benedetti, Galeano, el Sabalero, Paez Vilaró, Galemire, Horacio Ferrer, la Sfeir, China Zorrilla, Walter Reyno, Héctor Manuel Vidal, Carlos Maggi, recientemente Lacy Duarte, entre tantos, al igual que gestores y pensadores, como Martínez Carril, Luis Stolovich, Gonzálo Carámbula, etc., etc. (perdonen lo tremendamente limitado de la lista).
Uruguay ha comenzado a ponerse a tiro con su historia, lo transitado es más que una buena señal. Lo estimulante es el ritmo, si en 10 años se generó tanto, es esperable en este período se genere a igual ritmo un 50% mas, corrigiendo, reformulando, pero sobre todo de seguir construyendo y creando, porque absurdo sería pensar que no queda mucho camino por recorrer para alcanzar los preceptos de la fuerza política que colocó este gobierno: el desarrollo cultural con su justa y equitativa distribución.
Conociendo el pasado, conscientes de este presente, nos queda la pregunta: en materia de políticas culturales ¿qué futuro queremos?