Es medio bravo, en mi lugar, ser objetivo cuando todos saben a quien leen. No van a descubrir la rueda si dicen que tengo inclinaciones poco ortodoxas hacia la izquierda, pero en el sentido de ser crítico y analítico, no obsecuente. Mucho menos “mercenario” como dijo un perfecto desconocido de un sector, acusándome de vendido cuando tiene como deporte dedicarse a jugar al Luis Miguel con casadas o solteras.
No soy perfecto, soy perfectible. No soy dependiente, soy independiente. No soy vendible, soy empresario (o trato de serlo o de aprender). No soy vendible aunque más de una vez, reconozco, me han temblado las piernas por propuestas recibidas.
Si trato de ser coherente. Esa coherencia me ha permitido, quizás, definir el camino por el cual elijo caminar.
Surge, como consecuencia de toda esta explosión mediática del caso del intendente, una respuesta plausible, auténtica, hegemónica: “Yo estoy con Andrés”.
Pero perdemos la perspectiva inocultable de una realidad. Andrés es el instrumento por el cual la izquierda volvió a ser gobierno. No se trata de personalizar, cuando dio los nombres de quienes cometieron una falta imperdonable, lo hizo en nombre de todos, no en el suyo propio.
Cuando asumió la responsabilidad de hacerlo, sabía a que se exponía y se la bancó. Claro que para quienes no sienten el colectivo, lo individual pega en el pecho. Y se acepta.
Hay que acostumbrarse porque la historia de la izquierda en este país se hizo con el 5% de militantes presos, perseguidos, amenazados, desaparecidos, muertos, que se bancaron todo en beneficio del colectivo.
Esa es la esencia del Frente, pensar por todos, incluso cuando gente de la propia fuerza atenta contra intereses de la clase trabajadora, porque el reconstruirse, el rearmarse, el reagruparse, el armar filas nuevamente, son los cimientos de esta fuerza casi única (por no decir única) a nivel mundial.
Surgidos de la intemperie, del descampado, del anonimato, esta fuerza siempre se ha caracterizado por demostrar y defender que se busca el bien común, el de todos.
Por eso, con absoluto respeto, más que “Yo estoy con Andrés”, que representa un programa, un colectivo o multi colectivos anónimos que necesitaban visualizarse otra vez, luego de cinco años de un apagón casi único en la historia de este país, debería decir: “Yo estoy con Andrés, yo estoy con el Frente Amplio” y si a esa frase le sumáramos un rojo, tanto mejor. Mucho mejor……
Daniel Caiazzo
