Un testimonio de como asesinaron a Zelmar Michelini y Gutíerrez Ruiz
Por Edison Lanza de la redacción de «El observador» de Montevideo.
Han pasado 10 años de aquellos acontecimientos. Haydée Trías aún hoy se siente»dolorida» y, según dijo, «muerta en vida» por las promesas que le hicieron cuando se decidió a declarar, promesas que «luego fueron incumplidas». En nombre del ideal de justicia que asegura que la llevó a declarar, accedió a dar su nombre, su rostro y hablar «por primera y única vez». «Aunque otra vez deba recibir un tarasco, porque eso me daría una expectativa para seguir viviendo». Lo que sigue es la entrevista que Haydée Trías decidió mantener con El Observador.
«Por el año 1972, 1973 conocí a una chica (JDS) que estaba en el Consejo del Niño, por ese entonces yo estudiaba en la Escuela Universitaria de Enfermería y recién me había divorciado. Esa chica tenía entre 12 y 13 años, estaba embarazada y su madre -vecina mía- no la quería. Entonces yo la recogí, pero antes de cumplir 14 años se casó con un militar», comenzó relatando Trías.
«Su esposo trabajaba con Cordero y ahí lo conoció, fue ahí que se enamoró de Cordero. Luego de mi divorcio, reinicié mi vida -explica-, me recibo en la Escuela de Enfermería y me mudo a las inmediaciones del Palacio Legislativo. JDS se divorcia y se casa con un civil; sin embargo era visitada por Cordero y Mattos fundamentalmente, y (también) por otros militares.».
Cuenta Trías que en la casa de JDS empieza a «conocer militares. Allí ellos decían que pertenecían a un movimiento contra la subversión y empezaron a dar detalles de las misiones en el exterior, de Orletti, incluso de misiones a México».
La noche clave
«Lo recuerdo perfectamente, era una noche del veintipico de mayo (de 1976).Ella (JDS) me llama al Hospital de Clínicas y me dice que me tome un taxi y vaya porque estaba con (capitán Pedro) Mattos que tenía una crisis de nervios y me dio una dirección a unas 10 cuadras del Clínicas», comienza explicando Trías.»Entonces fui y lo encontré a él, pálido, blanco, desencajado. Con un revólver en la mano, me decía que estaba jugando a la ruleta rusa y que se quería matar. Yo misma lo tranquilicé».»Ahí (Mattos) me dijo que habían viajado a Buenos Aires con Cordero y que había matado a Michelini. Ella (JDS), entonces, empezó a darme los detalles y él no sólo que consentía, sino que justificaba lo que había hecho: que él no quería hacerlo, que lo había hecho por necesidad, que a la madre la habían desalojado de la casa y que con eso le compró una casita y un lavadero. Ella lo justificó a él (Mattos) diciendo que no tenía nada que ver y que cumplía órdenes superiores».
«Yo por esto tuve problemas pero lo dejo claro: lo que me dijeron fue que Cordero y Mattos cumplían órdenes y que, llegado el momento, Mattos fue el ejecutor», aclara.
Dolorosos detalles
«Yo después me enteré que los mandaban a los dos (Mattos y Manuel Cordero) para tenerlos enganchados, o sea, uno iba a matar a Gutiérrez Ruiz y el otro a Michelini. Pero cuando Mattos y JDS me lo contaron aquella noche, especificaron que cuando llegaron Gutiérrez Ruiz ya estaba muerto y que le dieron un balazo sólo a Michelini».
«Según ese testimonio que recibí, cuando fueron a buscarlos a Orletti, Gutiérrez Ruiz llevaba horas de muerto. También me dijeron que (en Orletti) los habían torturado, que les habían sacado las uñas, que los habían quemado con cigarrillos, que tenían la cara quemada, que tenían no sé qué en los pies y que tenían golpes en la cabeza», especifica Trías.
«Mattos luego me comentó que en el asiento de atrás llevaron a Michelini sobre la ventanilla derecha y que todavía alentaba (por estar con vida), y sobre la izquierda -en el medio de los dos iba Mattos- el cuerpo de Gutiérrez Ruiz, ya sin vida, y que en la valija llevaban los cadáveres del matrimonio Whitelaw», afirma Trías.
«Fue ahí que Mattos me dijo que lo remató, que le pegó un balazo en la cabeza -incluso me dijo en la sien izquierda-. Cuando yo dije eso en la comisión investigadora se armó un lío bárbaro -exclama Trías-. Me hicieron salir de sala y luego me hicieron entrar, y los legisladores me indicaron que mi testimonio valía si Michelini tenía una bala en el cráneo como yo indicaba. Luego se constató que era como yo indicaba».
«Cuando hablé en el apartamento me llamó la atención: una especie de escudo de armas, con dos carabinas cruzadas y en fondo de terciopelo rojo, con la inscripción Pedro Mattos «en honor al mérito» y con la fecha de la muerte de Michelini».
«Esa noche, luego de la conversación, el whisky y un diazepán que le proporcioné, Mattos se tranquilizó. En principio pensé que era una crisis nerviosa y me fui para mi casa sin poder creer que había matado a un senador. Pero al otro día, o dos días después, veo un titular en los diarios y me quise morir. Todo coincidía, entonces me pelé para Buenos Aires, pensé: cuando recuerde que me contó todo me mata». «Estuve años en Buenos Aires y luego regresé -explica-, acá estaba todo tranquilo, empecé a verme de nuevo con JDS».
«Después de los años 80 nos dejamos de ver asiduamente con JDS -prosigue-. En abril de 1985 ella (JDS) reaparece y me viene a decir: ‘Prometeme que no vas a decir nada, prometeme, a Manucho (por Cordero) lo van a matar».
«A partir de la visita de ella me empezaron a pasar cosas extrañas. Cientos de llamadas de amenazas, horribles (N. R: da varios ejemplos) (…) y luego los atentados».
«Una noche, salgo de una guardia, siento que me agarran de atrás, me ponen una capucha y me dan golpes, golpes y golpes, no llegué a perder el conocimiento, vi las botas y recuerdo una frase: «‘No te ensañes que ya está muerta». Me patearon para la calle, estaba lloviendo y me dejaron tirada en avenida Italia. Un médico que entraba a trabajar vio ese monton de trapos con sangre que era yo y me llevaron para el CTI, ya para ese momento, había entrado en coma grado 4 y luego, ya a salvo pero con fracturas- hundimiento de tórax-, etcétera, me trasladaron al Flitro».
«Entonces, decido irme de nuevo del país. Recién recuperada, comienzo a hacer los trámites para irme a Buenos Aires y una tarde voy a cruzar con luz verde en Agraciada y San Martín y veo una camioneta del Batallón de Ingeniería N 2 -no tengo dudas-«.
Hace una inflexión y sigue con el relato: «Bueno cuando veo la luz verde empiezo a cruzar, el que conducía pone el pie en el acelerador y me levanta en el aire, caigo boca arriba y comencé a sentir una sensación de frío mortal. Me llevaron en unas tablas, creo que en un taxi, a Traumatología, y de nuevo al Filtro».
«De nuevo recuperada, claro que con muletas, me fui a Buenos Aires y allí hablé con gente de una comisión de derechos humanos, conté todo. Entonces me pusieron en contacto con Efraín Olivera de Serpaj».
Investigación y decepción.
Al poco tiempo de haber declarado Trías indica que le llega la citación de la Comisión Investigadora del secuestro y asesinato de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.»El día señalado llega una camioneta de la Cámara de Diputados y pocos minutos después llegaron unos tipos, karatecas creo, y adelante de mi hija se dijeron «qué hiciste, llegaste tarde estúpido».De ahí en adelante iba con custodias y en un auto del Departamento de Operaciones Especiales (DOE), Marchesano se hizo cargo de todo».Luego revela: «Por un acuerdo para mi protección realizado entre Hugo Villar, director del Clínicas, y Julio María Sanguinetti, fui -como en una especie de pase en comisión provisorio- dedicada todos los días a la comisión (investigadora), y se me seguía pagando el sueldo», dice.
«Algunos políticos me ofrecieron muchos beneficios, para que declarara mal o de forma contradictoria, cosa que no acepté», matiza Trías. «Fue un momento muy duro, con muletas, durmiendo en el mismo Palacio, siempre con custodia».
El final
«Un día yo estaba almorzando en el Palacio y yo vi a un asistente de la comisión cómo llamaba a alguien y le decía: ‘Vení que las tengo1 (por las actas). De la propia comisión se mató la investigación», alega. «Después que salieron publicadas en El País -las actas-, la investigación terminó. Ni que hablar que a mí los políticos me defraudaron, pero aunque sea un atrevimiento, también me pregunto si los familiares de los desaparecidos no pudieron hacer más. No sé, tal vez sea injusta, pero yo quedé para siempre amargada».
Origen de la información «El Observador» de Montevideo del día 21 de mayo de 1996.
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