Una vez, hace algunos años, un jefe me trató de populista en el discurso cuando en gobierno de izquierda subieron los combustibles y dije «ahora sube todo».
Y si. Ahora sube todo. No duden de eso, es una cuestión tan elemental de matemática que el que te vende la leña o el que te arrima el pedido maneja eso.
Triste es ver que una suba de cinco pesos no pega a lo macro, pega a lo micro. Al de la moto, al del auto comprado con sacrificio y pega que se diga que la suba puede alcanzar un 0,32 y termina siendo 5 pesos el litro.
Y duele que el aumento adelantado a los jubilados sea de 250 pesos y duele que a los trabajadores sea de 190. Y duele todo. Quizás sean señales de reacomodo de una pandemia «bien piloteada» pero que hoy no acepta errores.
No se puede seguir sumergiendo a las clases más vulnerables. Esa red que es la que sustenta la base de este país, los más desprotegidos, reclaman a gritos ser tenidos en cuenta.
Sin regulación, sin estrategias claras de mercado, lo que se dijo en pandemia no fue toda la verdad y ahora que se está saliendo apostamos al que cada uno se arregle como pueda.
Es difícil entender la realidad cuando la billetera es flaca y cuando para el plato solo quedan migas de pan.
El pueblo espera la rebaja. Ya fue fiel con el quedarse en casa, la burbuja, el cuidarse, el barbijo, la vacuna, el seguro de paro, el quedarse sin trabajo.
Lo que si no se tolera es que cinco pesos, que uno puede usar de propina, terminen siendo determinantes en tu vida laboral o de limitada existencia.