Todos entran al Estadio Mario Alberto Kempes por el museo y luego ingresan al campo de juego, los más fanáticos besan el césped y los más detallistas preguntan cuál fue el arco donde marcó Krankl (uno llegó a tocar el violín debajo de ese travesaño): para los austríacos esta cancha es «suelo sagrado».
Todo empezó el 21 de junio de 1978 en Córdoba, Argentina, a unos 715 kilómetros de Buenos Aires, cuando por la segunda ronda del Mundial de Fútbol se enfrentaron Alemania y Austria.
Ese día, Gustavo Farías salía del colegio secundario a las 13.20 y tenía entradas para ver el partido que empezaba a las 13.45, pero el estadio se encuentra en la periferia de la ciudad. Su madre no consintió que se fuera antes de la escuela y le prohibió ir a la cancha.
«En esos años se decía que un mundial en Argentina se iba a jugar cada 100 años, y yo le dije a mi madre que colegio había todos los días, pero aun así no me dejó ir. Cuando me enteré después de todo lo que pasó ese día pensé que me había perdido un partido cargado de historia».
Una de esas banderitas pudo haber terminado en las manos de Franz Strejcek, un joven austríaco de 18 años que había ahorrado dinero por meses junto con uno de sus amigos para volar desde Viena a Fráncfort, de ahí a Sao Paulo y finalmente a Buenos Aires, para subir hasta la provincia de Córdoba en auto.
«El estadio estaba lleno. No había muchos seguidores de Austria porque no era barato ir a Argentina, pero los argentinos iban más por los austríacos que por los alemanes. Hoy pasa lo mismo, el país chico es más querido que el país grande», le cuenta a BBC Mundo desde Viena.
El «país chico» no tenía nada que perder, ya estaba fuera del mundial. Pero Alemania tenía chances matemáticas de llegar a la final o, al menos, al partido del tercer puesto, que era lo menos que se le podía pedir al campeón reinante.
El partido se recuerda en Austria como Das Wunder von Córdoba (el milagro de Córdoba) y en Alemania como Die Schmach von Córdoba (la desgracia de Córdoba).
El partido
El Mundial de Fútbol de 1978, jugado en Argentina, fue el último que se disputó con 16 equipos dividios en cuatro zonas.
Los dos primeros de cada zona pasaban a dos grupos de cuatro equipos cuyos ganadores jugaban la final del torneo, mientras que los segundos se conformaban con el partido por el tercer puesto.
Austria había perdido los dos partidos del grupo (frente a Holanda e Italia) y no se jugaba nada contra Alemania, pero la República Federal Alemana (faltaban 11 años para la caída del Muro de Berlín) -con dos empates previos- necesitaba golear a los austríacos y esperar un empate entre holandeses e italianos para tener la oportunidad de defender el título obtenido en 1974.
El partido no pudo haber empezado mejor para los germanos: Karl-Heinz Rummenigge marcó el primer gol en el primer tiempo. Pero en la segunda mitad, un gol en propia puerta del alemán Berti Vogts y un tanto del austríaco Hans Krankl cambiaron el rumbo del encuentro.
Cuando Bernd Hölzenbein logró el empate, Alemania podía soñar al menos con el partido por el tercer puesto. Sin embargo, faltando tres minutos para el final, Krankl marcó el definitivo 3 a 2.
(Fuente: BBC)