Tras pasar cinco años en que la decadencia, el decaimiento, el no creer, el andar sin saber que un pozo atrás de otro será más grande, que las máquinas en las calles no se veín, que saltaban deudas, desvío de fondos, préstamos irrecuperables, versos y más versos, Salto vuelve lentamente a recuperar un estatus que nunca debió perder, ni tratando de entender como en la época de mayor bonanza el país, Salto se endeudó como nadie.
La buena nueva es que el intendente de Salto, acompañado por parte del equipo de hacienda, fue por el fideicomiso Daymán, en procura de lograr obtener nuevamente, por números prolijos, administración responsable, y cuentas al día, que permitieran pagar a todos los proveedores a los que se les adeudada de la administración Coutinho.
A las cosas hay que ponerles nombre: no fueron cinco años de una administración calamitosa, fueron seis, ya que la actual administración debió conceder un año de la elección de Salto de que destino quería, para resolver problemas de quienes no supieron conducir los destinos del departamento.
A partir de la recuperación de este grado inversor, el fideicomiso será aprobado, los proveedores cobrarán sus cuentas y que cada uno asuma la responsabilidad que le cabe. Los espejitos de colores se venden una vez, hasta que los ojos de un pueblo se abren para descubrir que el pensar en todos y cumplir promesas de campaña, no es discurso, ni demagogia, es simplemente compromiso.
Luego de la tormenta, siempre llega la calma. Que se necesitaba
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