El 27 de diciembre de 1895 nació Don Armando Barbieri y es en su honor, a ese gran salteño que dedicó toda su vida a trabajar por su país y especialmente por su Departamento, que escribimos las primeras líneas de este año.
Un hombre de carácter, que falleció trabajado un 7 de setiembre de 1964 y como sucede siempre, había sido criticado y cuestionado, y que no fue hasta después de su muerte que se le reconoció todo su aporte y calidad humana, haciendo obras y proyectando al departamento como hoy lo conocemos.
Fue Diputado e Intendente por primera vez en 1950 en un período que se extendió hasta 1954. Ese año es electo Senador y finalmente se muda a Montevideo para ocupar la Vicepresidencia del Uruguay, presidiendo la Asamblea General hasta el año 1958. Mientras estaba ocupando cargos de los más importantes a nivel nacional, un grupo de salteños fue a buscarlo y se volvió a Salto para ser nuevamente candidato a Intendente, ganando la difícil elección de 1963 y convirtiéndose en el Presidente del Consejo Departamental de Gobierno, cargo que ocupó hasta su fallecimiento.
Don Armando Barbieri entendía que su mayor legado debían ser las obras que podía dejarle a Salto y así fue que hizo posible un gran Departamento. Con una admirable capacidad abrió la ciudad al rio, construyó las principales avenidas, la costanera, parques y museos, impulsó la Casa de Salto en Montevideo, construyó barrios enteros, promovió la Universidad en el norte y luchó para que las Termas del Arapey pasaran a las dependencias de la Intendencia de Salto, lo que así sucedió y hoy las podemos disfrutar todos.
Su obra se puede apreciar en varios lugares de nuestra ciudad, con esa impronta que se ve reflejada en la frase “Obras son amores”, concepto que a nosotros nos inspira y nos ha marcado el camino.
Barbieri dejó huella con sus ideales Batllistas en todos los programas de gobierno del Partido Colorado a lo largo de las diferentes administraciones de Vinci, Malaquina y de la nuestra.
Un gran demócrata quien también nos inculcó valores “juro que respetaré todos los derechos, mi norma será la rectitud, la justicia el fin, mi consejera la verdad y mi guía la memoria… para que los desheredados de la tierra puedan subir la abrupta cuesta de la vida con más alegría, amor y felicidad en sus hogares. Así se habrá cumplido mi destino y con él la más noble y generosa ambición terrena, legar a mis hijos la única herencia que podré dejarles”; el ejemplo de un padre cuyos conciudadanos en reconocimiento a sus virtudes y sus obras, dejen grabado en los murales de la casa del pueblo esta sencilla leyenda: “Por el municipio de Salto pasó un hombre que hizo honor a su pueblo.”
Así lo recordamos, siempre presente Don Armando, con admiración, respeto y como ejemplo a seguir con el objetivo de que Salto siga siendo ese gran Departamento que soñó.